jueves, 15 de julio de 2010

Los mayas desarrollaron su propia tecnología para aumentar la presión del agua


Una estructura de conducción de agua existente en la ciudad maya de Palenque, México, es el ejemplo más antiguo conocido en América de tecnología para aumentar la presión del agua. Así lo indican los resultados de una reciente investigación. Sin embargo, todavía se desconoce para qué usaban los mayas exactamente el agua a presión.

La estructura fue identificada por vez primera en 1999, durante una exploración para cartografiar el área.

Hasta hace poco, se daba por hecho que los sistemas de agua a presión habían aparecido en América con la llegada de los españoles. Sin embargo, nuevos datos arqueológicos y otros indicios apuntan ahora a que los mayas de Palenque en Chiapas, México, tenían conocimientos empíricos sobre canales cerrados de agua a presión antes de la llegada de los españoles.

La estructura de Palenque, pese a compartir características comunes con los acueductos ubicados bajo las plazas de la ciudad, también presenta claras diferencias con respecto a ellas.

En 2006, un examen arqueológico de la inusual estructura con la ayuda de un hidrólogo permitió examinarla a fondo desde la vertiente técnica.

El área de Palenque fue poblada por primera vez cerca del año 100 de nuestra era, pero registró su mayor expansión durante el periodo maya clásico, entre el año 250 y el 600. La ciudad fue abandonada alrededor del año 800.

La combinación entre la fuerza de la gravedad y un estrechamiento del acueducto daban como resultado un aumento significativo de la presión del agua.

Un uso potencial del agua con presión creada artificialmente pudo ser una fuente. El modelo informático que del acueducto han hecho los investigadores muestra que, de tener como salida una fuente, ésta habría estado bien abastecida de agua, incluso bajo algunas circunstancias desfavorables.

Otro posible uso podría haber sido usar la presión para elevar el agua hasta el área residencial adyacente con el fin de usarla para eliminar aguas residuales.

Christopher Duffy y Kirk French, de la Universidad Estatal de Pensilvania, han intervenido en la investigación.

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