domingo, 14 de octubre de 2012

Aprende a exportar con los mejores


En un mundo tan globalizado con el actual, y sobre todo ante la situación de crisis tan grave que vivimos hoy día a nivel mundial, son muchas las empresas que para sobrevivir, o para expander su negocio no les queda mas remedio que buscar nuevos mercado y nuevos clientes lejos de nuestras fronteras.

Son ya muchas las empresas en España que recurren al comercio exterior, y concretamente en mercados emegentes como los asiaticos, como una nueva fuente para generar ventas y beneficios. No obstante, no es esta una labor sencilla. El empresario va a requerir de personal especializado en la exportación y en la apertura de nuevos mercados internacionales, pero además necesitará en la mayoría de los casos de la ayuda de una entidad financiera.

Cabe destacar la sección de Negocio Internacional del Banco Sabadell y su lema Exportar para Crecer. En ella encontraremos gran cantidad de profesionales, entre los que se encuentran además de los propios profesionales del banco, cinco compañías líderes en los servicios a la internacionalización, que nos van a dar el servicio y el asesoramiento que nuestra empresa necesitara para poder emprender en los mercados extranjeros:

Servicios financieros preferentes con Banco Sabadell
Logística y gestiones aduaneras con Arola
Asesoramiento en seguros de crédito a la exportación con CESCE
Formación para la internacionalización con ESADE
Consultoría y marketing con AMEC
Asesoramiento jurídico y contractual con Garrigues
Inspección y certificación con AENOR

Si tienes una empresa y quieres a exportar a Asia, acude a los mejores, no lo dudes, en Banco Sabadell encontraras lo que buscas.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Científicos desvelan las claves del lenguaje humano



Alrededor del año y medio de vida es cuando un bebé articula su primera palabra, sin embargo, su relación con el lenguaje comienza mucho antes. La ciencia aún sabe poco sobre cómo se teje este vínculo para toda la vida, pero en San Sebastián hay un centro dedicado a averiguarlo: el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL).

Desde su cuartel general en el parque tecnológico de Miramón, ubicado en una colina verde a las afueras, los investigadores del BCBL utilizan las herramientas más simples y las más sofisticadas, como escáneres por resonancia magnética, para comprender con exactitud qué ocurre en el cerebro de un ser humano antes y después de estrenar su nuevo mejor juguete: el lenguaje.

Al frente de este proyecto está el director científico, Manuel Carreiras. Tras más de 25 años de carrera investigadora en las áreas de la psicolingüística y la neurocognición, Carreiras aceptó la oferta del Gobierno Vasco para dirigir el centro.

“Que te den la oportunidad de crear un centro así de la nada es el sueño de cualquier investigador”, reconoce Carreiras . Pese a comenzar su actividad hace solo dos años, el centro “ya tiene una excelente reputación internacional, que esperemos siga mejorando”, dice su director.

En este tiempo, el BCBL ya ha producido “publicaciones con un impacto importante, como los experimentos de aprendizaje de la lectura con analfabetos, que se publicaron en Nature; otras sobre la consolidación de memoria, el procesamiento de los oxímoron y de la lengua de signos, etc.”, dice Carreiras. También han experimentado con la lectura de palabras en espejo, el rol de las consonantes, el procesamiento numérico, los efectos del entrenamiento y la adquisición del habla en bilingües.

Acogida de cerebros

Contradiciendo la generalizada fuga de cerebros en la ciencia, este centro –donde trabajan unas 50 personas– importa talento investigador, a veces patrio, del extranjero.

En sus pasillos se escucha con normalidad el inglés. La investigadora húngara Monika Molnar dejó Montreal por San Sebastián para trabajar en el babyLAB del BCBL, un proyecto dedicado a estudiar el lenguaje en bebés de hasta dos años.

“Hasta hace poco creíamos que los bebés no aprendían apenas el lenguaje durante el primer año de vida”, explica Molnar. “Pero incluso los recién nacidos saben algo sobre el lenguaje, ya que su córtex auditivo se desarrolla tres meses antes de nacer. Sabemos que el bebé puede escuchar a su madre en la placenta y, aunque la escucha como si estuviera sumergido en una piscina, esto lo vuelve más sensible a la prosodia de su lengua materna. En su primer año de vida, los niños aprenden muchísimo más sobre el lenguaje de lo que pensábamos”.

“Sabemos muchas cosas sobre cómo los bebés aprenden un único lenguaje, pero muy poco sobre cómo aprenden dos lenguas los niños bilingües. Es una línea de investigación muy nueva”, apunta Molnar. “Y no, el gobierno vasco no nos ha impuesto ninguna agenda”, responde con humor Carreiras a la bienintencionada sospecha.

Materia prima para estudiar el bilingüismo

“Sencillamente sería estúpido no trabajar sobre bilingüismo estando en un sitio donde coexisten dos lenguas tipológicamente tan diferentes. El euskera, a diferencia del castellano que es una lengua romance, es preindoeuropea. Mientras que el orden canónico en castellano es sujeto-verbo-objeto, en euskera es sujeto-objeto-verbo. Además el euskera tiene una morfología aglutinativa, es una lengua ergativa, es decir, la forma del sujeto de la oración cambia dependiendo de si el verbo es transitivo o intransitivo”, explica Carreiras.

La confluencia de dos lenguas tan diferentes permite abrir una ventana para entender cómo el cerebro negocia su adquisición desde el nacimiento, como indica Carreiras: “Hay muy pocos laboratorios en el mundo que puedan disponer de esta materia prima y sería un error garrafal desde el punto de vista científico no aprovechar esta posibilidad”.

El trabajo del babyLAB en estos tres últimos años está empezando ya a dar sus frutos. En un reciente estudio, “encontramos que con tan solo tres meses y medio los bebés son capaces de distinguir entre el castellano y el euskera”, dice Molnar.

Actualmente sus estudios están centrados en el habla de los bebés durante el primer año de vida, es decir, en descifrar el balbuceo. “El aprendizaje de ambas lenguas es muy interesante, porque acústicamente son muy parecidas –tienen el mismo número de vocales y consonantes– pero en términos de sintaxis y gramática son muy diferentes”.

Experimentar con sujetos de tan tierna edad no resulta fácil para un científico. Los niños están agrupados en grupos de control en función de su lengua materna –castellano, euskera o bilingüe– o su predisposición a tener problemas de lenguaje. En total, catorce niños por grupo y más de 100 en cada experimento.

Según apunta Molnar, después de cinco minutos es imposible tener al bebé centrado, lo cual acorta el tiempo de estudio. “Otras veces empiezan a llorar o no quieren hacer el experimento, por lo que no podemos usar los datos. Este tipo de cosas ocurren un 30% de las veces”.

¿Cómo se estudia el lenguaje de alguien que todavía no ha hablado? Por ejemplo, mediante aparatos de medición de movimientos oculares (eye-tracking) o electrodos que miden la actividad cerebral. Con los pequeños utilizan, además “un aparato de luz infrarroja, que no usa un campo magnético y es totalmente seguro. A través de esto podemos ver la activación de la sangre en ciertas partes del cerebro”, dice Molnar.

La ciencia del balbuceo

En los sesenta, el lingüista Noam Chomsky causó gran revuelo académico al teorizar que la capacidad del lenguaje no se aprendía sino que era innata, mediante la presencia de un Dispositivo de Adquisición del Lenguaje (en inglés, Language Adquisition Device o LAD) en el cerebro del niño. Aunque el concepto de LAD fue desechado a posteriori incluso por el propio Chomsky, muchas de estas preguntas siguen sin resolverse de forma contundente.

“Una de las grandes preguntas es qué equipamiento traemos de serie cuando nacemos y qué aprendemos de la experiencia”, explica Molnar. “Este estudio es un método muy poderoso para responder a esto y también para predecir si el bebé tendrá algún problema de aprendizaje. Queremos saber si de la actividad cerebral en el momento del nacimiento puede predecirse cómo será el desarrollo lingüístico posterior”.

Al igual que Molnar, Kepa Paz-Alonso también cruzó el Atlántico, desde Berkeley, California, para investigar en el BCBL. A través de la neurociencia, Paz-Alonso estudia cómo cambian ciertas funciones cognitivas a lo largo de la infancia. Sus sujetos son algo más mayores, entre siete y 12 años. “En estas edades hay una alta plasticidad cerebral, por tanto, un entrenamiento puede ayudar a mejorar”.

“La idea básica es que establecemos una función cognitiva de interés, digamos por ejemplo la memoria de trabajo”, dice Paz-Alonso. Los experimentos a los que se somete a los niños son relativamente sencillos, eso sí, los impulsos de su cerebro están controlados en todo momento. “Se preparan tareas que implican esos procesos cognitivos. Sabemos que la memoria de trabajo, por ejemplo, tiene dos componentes: uno mantiene la información en la memoria a corto plazo y hay otro que hace operaciones con ella”.Entrenar la inteligencia

Se le dan al sujeto del experimento varios números –por ejemplo, 7, 3, 8 y 6– y se le pide que mantenga esos números en la cabeza. A continuación, debe reordenarlos de menor a mayor, mientras Paz-Alonso y su equipo observan en un monitor su actividad cerebral.


“Sabemos que esa memoria de trabajo requiere actividad en el lóbulo frontal; a la vez, la investigación muestra que hay redes entre el lóbulo frontal y el parietal que juegan un papel fundamental en la memoria de trabajo y entonces podemos plantearnos en qué medida esas conexiones se desarrollan a lo largo del curso evolutivo”, dice el investigador.

Estas redes no tienen porqué ser exactamente las mismas en cada persona. De acuerdo con el trabajo de este grupo de científicos, hay gente que, tras un accidente en que se vea afectada el área de Broca sufre afasias en su lengua nativa (L1) pero sigue desarrollando perfectamente su segunda lengua. O al revés, que la lesión afecte a la L2 pero no a la L1.

Una de las aplicaciones más interesantes de estos estudios estaría en desarrollar entrenamientos tras los cuales un niño sería capaz, por ejemplo, de leer más rápido o desarrollar una memoria más precisa.

“Entre los ocho y los 12 años es cuando se afinan las capacidades cognitivas, mejora la atención ejecutiva, la precisión en la memoria y habilidades relativas al lenguaje. Estos cambios contribuyen a que el cerebro se haga más adulto”, dice Paz-Alonso, que cree que en el futuro los planes educativos podrían verse beneficiados al tener en cuenta la perspectiva neurocientífica.

“Hablamos de un entrenamiento de dos o tres semanas, relativamente intensivo. Ahora estamos estudiando si se producen cambios en las redes neuronales en función de haber recibido el entrenamiento o no”, dice Paz-Alonso.

Su grupo de investigación en el BCBL es joven y aún no ha desarrollado esta aplicación, pero existen ejemplos más maduros, como los programas de Adele Diamond (Universidad de British Columbia, Canadá) para mejorar el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva y la memoria de trabajo en niños en edad preescolar.

La educación necesita neurociencia

Carreiras cree claro “que se deberían tener en cuenta los hallazgos en neurociencia en la planificación educativa. Gracias a la neurociencia hoy sabemos mucho sobre el proceso de aprendizaje de los niños con un desarrollo normal, o que la dislexia es un problema genético. La neurociencia va a permitir entender mejor las causas de muchos trastornos del desarrollo y, por tanto, va a permitir una detección más precoz de los mismos, y en consecuencia una intervención más temprana y más efectiva”.

Sin embargo, este tipo de iniciativas todavía son vistas con escepticismo por parte de los políticos y técnicos de planificación educativa. “Los políticos y técnicos tienen que ser más sensibles a los avances científicos, a lo que hoy sabemos sobre el proceso y los trastornos de aprendizaje, los mecanismos cerebrales y cognitivos que se ponen en juego a la hora de aprender a leer –dice Carreiras–, y me refiero a los hallazgos científicos, no a métodos que algunos charlatanes de feria sin escrúpulos intentan vender y que no tienen base científica alguna. Por ejemplo, todavía hoy en día se está vendiendo la idea de que los chicos disléxicos en realidad son poco dotados, o ciertos métodos de intervención que solo se basan en la intuición y cuya eficacia no está avalada científicamente”.

Las herramientas de la neurociencia para detectar irregularidades en los impulsos eléctricos neuronales desde el primer día de vida han abierto las puertas a las posibilidades de investigación, pero también a las consideraciones éticas y de seguridad. Carreiras dice que “siempre se tiene en cuenta esa consideración ética. De hecho, nos acaban de conceder un proyecto del European Research Council (ERC) para trabajar con niños, y para poder comenzar hemos necesitado el informe favorable del comité ético del País Vasco y el del comité correspondiente del ERC con un montón de protocolos. Está todo súper regulado”.

“Ninguna de las técnicas que usamos en el BCBL son invasivas, ni la resonancia (MRI), ni la magnetoencefalografía (MEG), ni la electroencefalografía (EEG) ni la Espectroscopia del Infrarrojos (NIRS)”, añade Carreiras. “Simplemente son medidas del flujo hemodinámico, de la electricidad que transmiten nuestras neuronas o del campo magnético que se produce en nuestro cerebro durante cuando ocurren esos impulsos eléctricos”.

Estudios en recién nacidos

Algunas se utilizan incluso con recién nacidos, como el NIRS o el EEG. En la universidad finlandesa de Jyväskylä estudiaron con EEG a niños con antecedentes familiares de dislexia desde el mismo nacimiento y descubrieron que había respuestas eléctricas que funcionaban de forma diferente en su cerebro.

Estos resultados proporcionan un marcador que podría utilizarse de forma rutinaria para detectar si alguien tiene posibilidades de padecer dislexia, para así ponerle remedio antes incluso de que llegue a la escuela.

En este sentido, el BCBL trabaja también para que este conocimiento llegue a la sociedad. Además de las líneas de investigación enfocadas a la educación, entre los futuros proyectos está también crear de una clínica destinada a trastornos del lenguaje. El terreno para la neurociencia cognitiva parece, por tanto, fértil.

Desde su despacho acristalado, Carreiras ve pasar a los investigadores que ha logrado traer a San Sebastián. “Intento robarle horas al descanso, porque mi estímulo es el laboratorio y la dirección requiere dedicar tiempo a la administración del centro”, dice el director. “Los mejores momentos transcurren cuando hablamos de ciencia, cuando diseñamos experimentos. Claro que eso requiere muchas horas de trabajo, a veces ingratas, pero hay un momento absolutamente sublime y único, que es cuando se han analizado los resultados y ves por primera vez algo nuevo, a veces inesperado, datos, resultados que nadie nunca ha visto antes. Es como cuando eras niño la noche de Reyes, cuando te llegaban los regalos”.
Bilingües en matemáticas

Uno de los grupos de investigación más interesantes del Basque Center on Cognition, Brain and Language estudia la relación entre bilingüismo y procesamiento matemático. Para la investigadora Elena Salillas “es muy interesante porque la aritmética se aprende de manera verbal, las tablas de multiplicar son casi como una canción que se memoriza”.

En el BCBL han detectado que hay un almacenamiento de memoria muy diferente si los niños aprenden las matemáticas en una lengua o en la otra. “El procesamiento visible apenas cambia, los niños pueden decir si es más grande cinco o diez –dice Salillas–, pero tanto en el tiempo de reacción como en el correlato neurofisiológico, que es lo que estamos haciendo con magnetoencefalografía, hay una diferencia considerable a nivel cerebral”.

Mientras en castellano se utiliza el sistema decimal de numeración, en euskera, como en francés, el sistema es vigesimal. Por ejemplo, el número 56 en castellano se articula como “cincuenta-seis” y en euskera como “cuarenta-dieciséis”. Los test de estos investigadores detectaron una sincronización el cerebro para el sistema vigesimal que solo se daba en el cerebro de los niños que aprendieron matemáticas en euskera pero no en los que las aprendieron en castellano pese a ser, muchos de ellos, bilingües en euskera. “No tenían esa firma electrofisiológica”, apunta Salillas.

El misterio de la discalculia

La técnica utilizada es la de potenciales evocados (en inglés, Event Related Potentials) y consiste en colocar al niño frente al ordenador con un casco de electrodos que amplifica la señal del cerebro. Así, los investigadores analizan lo que ocurre después de un estímulo en pantalla, que estos produce cambios en la señal que manda el cerebro.

Salillas ejemplifica cómo ella y su grupo traducen estas positividades o negatividades en comportamientos concretos del cerebro. “En el artículo que publicamos en Psychological Science había una disociación muy clara. Si te presento tres resultados: 2x3=6, 2x3=7, 2x3 =9, sabes que dos son incorrectos, el 7 y el 9, pero el 9 está relacionado con el 3. Para valorar la diferencia entre ‘relacionado’ y ‘no relacionado’, utilizamos una medida que se llama 'n400'. En la lengua en que un individuo había aprendido matemáticas, la n400 era más negativa para el resultado '7' que para el '9'. En la otra lengua teníamos que esperar hasta 600 milisegundos para observar esa diferencia, cuando en la primera lengua era casi inmediato”, explica la psicolingüista.

El paso siguiente para este grupo de investigación será trabajar con personas con discalculia, problema parecido a la dislexia pero aplicado al procesamiento matemático. “Son gente completamente normal, incluso pueden ser súper inteligentes, pero no van bien en matemáticas”, dice Salillas. “Antes se decía que estos niños eran malos para las matemáticas o, incluso, que eran tontos porque las matemáticas tienen fama de difíciles. Nuestros test miden el módulo numérico y el problema es que, para los niños bilingües con discalculia, tener más de un código incrementa la dificultad del procesamiento matemático”, aclara.

domingo, 7 de octubre de 2012

Reviven bacterias que llevaban más de cien años dormidas


Investigadores del Centro español de Astrobiología (CAB) han logrado revivir bacterias incrustadas en sal que llevaban más cien años "dormidas", en unas muestras que fueron recogidas en el lago salado Chott El Jerid, en el suroeste de Túnez.


Este hallazgo ha sido presentado hoy en el VII Congreso Europeo de Ciencias Planetarias, que se celebra esta semana en Madrid, y forma parte de un proyecto internacional que analiza el citado lago para determinar si es un análogo planetario de Marte con el objetivo de estudiar las condiciones de habitabilidad en ambientes extremos.

Las extracciones de las muestras de sal se realizaron por parte del Centro de Astrobiología (CAB) del CSIC-INTA en 2010. Según Felipe Gómez, uno de los responsables de este proyecto e investigador del CAB, lo primero que se hizo fue convertir las muestras en láminas delgadas y pulirlas para poder hacer análisis microscópicos, tras los que se hallaron pequeñas acumulaciones de materia orgánica dentro de los cristales de sal.

En concreto, en la sal se encontraron micronichos de heterótrofos, bacterias que se nutren de materia orgánica. Para revivirlas, fue necesario un medio de crecimiento fresco, en este caso glucosa y alguna otra molécula orgánica, ha detallado el científico.

Para el investigador, este experimento es importante porque con él se demuestra que pueden existir micronichos de vida aislados de la atmósfera que "pueden aguantar durante mucho tiempo hasta que encuentran las condiciones apropiadas para revivir".


Vida en Marte

"Algo así se podría encontrar en Marte", ha señalado Gómez, quien ha añadido que se trata de otra manera de buscar vida en este planeta. Y es que en Marte, debido a las condiciones extremas de la superficie, habría que buscar vida en el subsuelo y en estos micronichos, que podrían servir como lugares de protección para la vida. No es la primera vez que se consigue revivir bacterias, aunque sí es excepcional, según Gómez.

Precisamente, de los proyectos encaminados a encontrar rastros de vida en Marte y de la importancia de probar en escenarios análogos al Planeta rojo la tecnología de misiones espaciales se ha hablado en la jornada del lunes del Congreso de Ciencias Planetarias.

Río Tinto y Atacama

Además del proyecto del lago Chott, se han presentado datos de los trabajos de Río Tinto (Huelva), en Atacama (Chile) y los llevados a cabo en Isla Decepción (Antártida) para probar métodos que en un futuro podrían servir en la detección de vestigios de vida microbiana en exploraciones planetarias -todos también del CAB-.

En cuanto a Río Tinto, su responsable, Ricardo Amils, ha relatado en rueda de prensa que se ha perforado el subsuelo, dentro del proyecto "Vida Subterránea en la Faja Pirítica Ibérica". Los datos, como el hecho de que existe hidrógeno, servirán para evaluar con mayor precisión si hay o no vida en Marte.

jueves, 4 de octubre de 2012

El Curiosity descubre restos de una antigua corriente fluvial en Marte



La misión Curiosity de la NASA ha encontrado pruebas de una corriente una vez que discurrió con fuerza en la zona de Marte dónde se haya el rover. Aunque hay anteriores evidencias de la presencia de agua en Marte, esta evidencia (imágenes de rocas que contienen gravas antiguas de arroyos) es la primera de su tipo.

Los científicos están estudiando las imágenes de piedras cimentadas en una capa de roca conglomerada. Los tamaños y formas de las piedras ofrecen pistas sobre la velocidad y la distancia de flujo de la antigua corriente.

‘Por el tamaño de la grava que arrastraba, podemos interpretar que el agua se movía alrededor de a 3 pies por segundo, con una profundidad a medio camino entre el tobillo y la cadera’, dijo el co-investigador de la misión William Dietrich, de la Universidad de California, Berkeley. ‘Se han escrito un montón de artículos sobre los canales de Marte con muchas hipótesis diferentes sobre los flujos en ellos. Ésta es la primera vez que vemos en realidad grava transportada por agua en Marte. Este es un paso que va de las especulaciones sobre el tamaño del material de lecho a una observación directa del mismo. ‘

El sitio de búsqueda se encuentra entre el borde norte del cráter Gale y la base del Mount Sharp, una montaña en el interior del cráter. Antiguas imágenes de la región desde la órbita de Marte permiten una interpretación adicional del conglomerado de grava. La imagen muestra un abanico aluvial de materiales arrastrados desde el borde, surcado por numerosos canales aparentes, encima de los nuevos hallazgos.

La forma redondeada de algunas piedras en el conglomerado indica que fueron arrastrados por encima del borde, donde un canal denominado Paz Vallis alimenta el abanico aluvial. La abundancia de canales entre la superficie y el conglomerado sugiere flujos continuos y repetidos durante un largo tiempo, no sólo una vez o unos pocos años.

El descubrimiento viene tras examinar dos afloramientos, denominados ‘Hottah’ y ‘Link’, gracias a la capacidad del teleobjetivo de la cámara mástil del Curiosity durante los primeros 40 días tras del aterrizaje. Observaciones de seguimiento en anteriores tomas de otro afloramiento fueron expuestas cuando el motor del rover las arrastó al tomar tierra.

‘Hottah recuerda a un pedazo de acera levantado por un martillo neumático, pero en realidad es un bloque inclinado de un cauce antiguo’, dijo el cientifico del Mars Science Laboratory John Grotzinger, del Instituto de Tecnología de California en Pasadena.


Las gravas en conglomerados en afloramientos poseen rangos de tamaño desde un grano de arena hasta una pelota de golf. Algunos son angulosos, pero muchos son redondeados.

‘Las formas nos dicen que fueron transportados y los tamaños que no pudo ser obra del viento. Fueron transportados por un flujo de agua’, dijo la co-investigadora de la misión Rebecca Williams del Instituto de Ciencia Planetaria en Tucson, Arizona

El equipo puede usar el Curiosity para conocer la composición elemental del material, que tiene el conglomerado, revelando más características del medio ambiente húmedo que formaban estos depósitos. Las piedras en el conglomerado proporcionan una muestra de lo alto del borde del cráter, así que el equipo también puede examinar varios de ellos para aprender sobre geología regional.

La pendiente del Mounth Sharp en el cráter Gale sigue siendo el destino principal del rover. Minerales de la arcilla y sulfato detectados allí desde la órbita pueden ser buenos conservadores de químicos orgánicos basados en el carbono que son ingredientes potenciales para la vida.

‘Un gran chorro fluyendo puede ser un entorno habitable ’, dijo Grotzinger. ‘No es nuestra primera opción de un entorno para la preservación de materia orgánica, sin embargo. Todavía tenemos que ir al Mounth Sharp, pero es un seguro que ya hemos encontrado nuestro primer entorno potencialmente habitable’.

Durante la primera misión de dos años del Laboratorio de Ciencia de Marte, los investigadores utilizarán los instrumentos del Curiosity para investigar si las áreas en el cráter Gale han ofrecido condiciones ambientales favorables para la vida microbiana.

El Jet Propulsion Laboratory, una división de Caltech, construyó el Curiosity y gestiona el Mars Science Proyect para el Laboratorio de Ciencia Espacial de la NASA, Washington.

lunes, 1 de octubre de 2012

La Magia de la Ciencia del Siglo XX


Lo que en el siglo XIX parecía ‘magia’ inalcanzable se ha convertido en una tangible realidad en el siglo XX. En una sola generación la gente ha pasado de conducir un Ford modelo T. a contemplar las imágenes del hombre paseando por la luna en sus televisores a todo color. Lejos de considerar excepcionales estos logros científicos, en la actualidad suelen darse por sentado.

La ciencia: En la búsqueda incesante de la verdad por el hombre

‘Los logros científicos de la primera parte del siglo XX -comenta The New Encyclopædia Britannica- son de tal magnitud que incluso cuesta catalogarlos.’ No obstante, esta obra también menciona la existencia de ‘una línea común de progreso’ al decir que ‘el avance conseguido en todos los grandes campos tuvo como base el fructífero y detallado trabajo realizado [por la ciencia] en el siglo XIX’, lo que demuestra que la ciencia se halla inmersa en la búsqueda incesante de la verdad.

La investigación en equipo reemplaza a la individual

A partir del siglo XVII se fundaron en Europa las sociedades científicas, grupos de hombres de ciencia que se reunían con el objeto de intercambiar ideas e información. Estas sociedades comenzaron a editar sus propias revistas a fin de divulgar los descubrimientos más recientes, con lo que se produjo un amplio intercambio de datos que sentó la base de nuevos progresos.

Para el siglo XIX las universidades se hallaban intensamente comprometidas con la investigación científica, y en años posteriores sus laboratorios hicieron descubrimientos importantes. A comienzos del siglo XX, las empresas comerciales también empezaron a establecer sus propios centros de investigación, en los cuales obtuvieron con el tiempo nuevos medicamentos, materiales sintéticos (incluso el plástico) y otros productos que han sido de provecho para el público y han dejado sustanciosos dividendos a las empresas investigadoras.

La creación de estos laboratorios y equipos de investigación marcó una tendencia a la investigación organizada a diferencia del investigador solitario. Algunos científicos se preguntaron si este sería el mejor enfoque. En 1939 el físico irlandés y experto en cristalografía por rayos X John D. Bernal planteó la siguiente pregunta: ‘¿Debería basarse el progreso de la ciencia en la coordinación casual de los trabajos de científicos con talento guiados por su intuición, o en el trabajo en equipo de investigadores que se ayudan entre sí y combinan su trabajo conforme a un plan preconcebido, pero flexible?’.

Debido a la complejidad y el alto costo de toda investigación, Bernal defendió la labor en equipo, aduciendo que el problema fundamental radicaba en una adecuada organización del trabajo. Él predijo: ‘El trabajo en equipo se convertirá en el método de investigación científica’. En la actualidad, más de medio siglo después, es evidente que Bernal estaba en lo cierto. La tendencia ha continuado, acelerando la transformación científica que ha dado cuerpo a la ‘magia’ del siglo XX.

Grandes logros en la mágica del siglo XX.

El 24 de mayo de 1844, Samuel Morse, inventor del código Morse, telegrafió con éxito esta exclamación a más de 50 kilómetros de distancia. El siglo XIX vio colocar así las bases de la telecomunicación ‘mágica’ del siglo XX.

En 1876, unos treinta años después, Alexander Graham Bell se disponía a comprobar un transmisor con su ayudante, Thomas Watson, cuando derramó accidentalmente un recipiente con ácido. La llamada urgente de Bell: ‘Venga, Sr. Watson, le necesito’, fue algo más que una petición de ayuda. Watson, que estaba en otra habitación, oyó el mensaje -la primera transmisión telefónica totalmente inteligible que jamás se había producido- y acudió rápidamente. Desde entonces la gente no ha dejado de correr a la llamada del teléfono.

En los últimos noventa y tres años, el conocimiento científico, aunado al tecnológico, ha proporcionado un nivel de vida nunca tenido a cada vez más personas. El mundo es en la actualidad una gran comunidad de vecinos. Lo ‘imposible’ es lo habitual. De hecho, el teléfono, el televisor, el automóvil y el avión, así como otros muchos ‘milagros’ del siglo XX, son recursos tan cotidianos que solemos olvidar que la humanidad ha vivido sin ellos durante la mayor parte de su existencia.

Como indica The New Encyclopædia Britannica, a principios de este siglo ‘los triunfos de la ciencia parecían augurar una sobreabundancia de conocimientos y poder’. Pero los avances tecnológicos que entre tanto se han logrado no se han disfrutado por igual en todo el mundo ni se pueden catalogar en su totalidad de inequívocamente provechosos. ‘Pocos hombres -añade la cita- previeron los problemas que estos triunfos causarían al entorno natural y social del hombre.’

¿Qué ha ocasionado los problemas?

No se puede culpar a los hechos científicos que nos ayudan a comprender mejor nuestro universo ni a la tecnología que de modo práctico los aprovecha para nuestro beneficio.

La ciencia y la tecnología han sido ocupaciones afines por mucho tiempo. No obstante, según el libro Science and the Rise of Technology Since 1800 (La ciencia y el auge de la tecnología desde el siglo XIX), ‘la relación íntima [entre ciencia y tecnología], hoy familiar para todos, no quedó consolidada sino hasta hace muy poco’. Parece ser que incluso al comienzo de la revolución industrial, dicha relación no era tan íntima, pues si bien los conocimientos científicos recién adquiridos contribuyeron a la obtención de nuevos productos, lo mismo hicieron la experiencia profesional, la destreza manual y la pericia en oficios afines a la mecánica.

Sin embargo, con la revolución industrial, la rápida acumulación de conocimiento científico puso una base más amplia sobre la que podía trabajar la tecnología. Imbuida esta de nuevos conocimientos, se dispuso a hallar maneras de hacer el trabajo menos penoso, mejorar la salud y hacer que el mundo fuese mejor y más feliz.


Claro está, la tecnología no puede ser mejor que el conocimiento científico sobre el que se fundamenta. Si este es defectuoso, cualquier invención tecnológica que de él parta será también defectuosa y, como suele ocurrir, los efectos secundarios solo serán evidentes después de un daño considerable. Por ejemplo, ¿quién podía imaginar que la invención de los aerosoles con clorofluorocarburos o hidrocarburos pondría algún día en peligro la capa de ozono que protege la Tierra?

También hay que tomar en cuenta la motivación. Un científico entregado a su trabajo puede estar interesado en el conocimiento por sí mismo y tener la voluntad de sacrificar décadas de años a la investigación, pero un empresario, a quien tal vez le interesen más las ganancias, estará ansioso de poner los conocimientos a producir. Y ¿qué político esperaría pacientemente durante décadas antes de valerse de una tecnología que le parezca que podría darle más influencia política si la emplease de inmediato?

Un físico puso el dedo en la llaga cuando dijo: ‘La energía atómica desatada lo ha cambiado todo menos nuestra mentalidad, por lo que vamos a la deriva hacia una catástrofe sin precedentes’. (Cursivas nuestras.) En efecto, muchos de los problemas que la ‘magia’ del siglo XX ha originado no son consecuencia simplemente del conocimiento científico inexacto, sino también de una tecnología descontrolada tras la cual hay intereses egoístas.

Por ejemplo, la ciencia descubrió la televisión: la transmisión de imagen y sonido a lugares distantes. La tecnología puso en pie los recursos necesarios para hacerla realidad. Pero la morbosa mentalidad del comercio egoísta y del consumidor insaciable ha hecho que este notable logro científico y tecnológico se emplee para perturbar la paz doméstica con imágenes pornográficas y escenas de violencia sangrienta.

Así mismo, la ciencia descubrió que se puede transformar la materia en energía. La tecnología produjo los medios para lograrlo, pero la aviesa mentalidad de la política nacionalista empleó dichos conocimientos para hacer bombas nucleares que aún penden, cual espada de Damocles, sobre la cabeza de la comunidad mundial.

En qué lugar debe ponerse a la ciencia

Al permitir que las herramientas que la tecnología ha creado para nuestro servicio esclavicen al hombre, se pone al descubierto otro aspecto de la equívoca mentalidad humana. La revista Time previno sobre este peligro en 1983, cuando en lugar de escoger al tradicional ‘hombre del año’, escogió la ‘máquina del año’: el ordenador.

La revista Time expuso el siguiente razonamiento: ‘Si la gente recurre al ordenador para realizar aquellas cosas que solía discurrir con la cabeza, ¿para qué quiere la cabeza? [...] Si un diccionario almacenado en la memoria de un ordenador puede corregir fácilmente errores ortográficos, ¿qué sentido tiene aprender buena ortografía? Y si liberamos la mente de la rutina intelectual, ¿se ocupará en la búsqueda de ideas significativas, o llenará el tiempo ociosamente con más dosis de videojuegos? [...] ¿Incentiva el ordenador a la mente o, al reemplazarla en gran parte de sus funciones, la induce a la pereza?’.

No obstante, hay personas tan impresionadas por los logros científicos que prácticamente deifican la ciencia. El científico Anthony Standen abundó en esta cuestión en el libro Science Is a Sacred Cow (La ciencia es una vaca sagrada), publicado en 1950. Aun admitiendo que hay algo de exageración en sus palabras, no carece de razón su comentario. Él dijo: ‘Cuando un científico de bata blanca [...] se pronuncia de cara al público, puede que no le entiendan, pero, eso sí, le creerán. [...] Se cuestionará y criticará al estadista, al industrial, al ministro religioso, al líder cívico y al filósofo, pero nunca al científico. Son seres exaltados al pináculo más alto del prestigio popular, porque tienen el monopolio de una fórmula -‘se ha demostrado científicamente...’- que, una vez expresada, excluye por completo toda posibilidad de desacuerdo’.

Debido a esta mentalidad equivocada, hay personas que se valen de aparentes discrepancias entre la ciencia y la Biblia, para contrastar ‘la sabiduría’ científica con la ‘superstición’ religiosa. Hay quienes incluso ven en estas supuestas contradicciones una prueba de que Dios no existe. Sin embargo, lo verdaderamente inexistente no es Dios, sino las supuestas contradicciones que el propio clero ha originado al interpretar indebidamente Su Palabra. Al proceder así, insultan al Autor de la Biblia y le hacen un pobre favor a la búsqueda incesante de la verdad científica por el hombre.

Además, al no haber enseñado a sus feligreses a ejercitar el fruto del espíritu de Dios en su vida, estos guías religiosos han generado una atmósfera de egoísmo que induce a la gente a pensar primero en términos de su propia comodidad y conveniencia, en detrimento de sus semejantes. Incluso se ha llegado al extremo de emplear el conocimiento científico para matar al semejante. (Gálatas 5:19-23.)

La religión falsa, la política egoísta y el sistema comercial avaricioso han hecho de muchas personas lo que son: ‘amadores de sí mismos, [...] desagradecidos, [...] sin autodominio’, gente egoísta e impulsada por una mentalidad equivocada. (2 Timoteo 3:1-3.)

Estas personas y organizaciones son las que han levantado los desafíos que la ciencia tiene que afrontar en el siglo XXI. ¿Podrá afrontarlos con éxito? Lea el último artículo de esta serie en el próximo número.