Segun los criterios de la sociedad europea del reciclaje, expresados en la nueva Directiva marco de residuos, la opción de la bolsa reutilizable debería ser indiscutiblemente prioritaria frente a cualquiera de índole reciclable. Otra cuestión que frecuentemente se confunde, incluso en otras legislaturas por parte del propio Ministerio, es la diferencia entre el “segundo uso” y la “reutilización”. La UE distingue claramente ambos conceptos por el número de rotaciones.
Tanto en el contenido del PNIR como en el texto del borrador de Proyecto de Ley sometido en la actualidad a información pública el Ministerio opta por la sustitución de bolsas de plástico de un solo uso de tipo convencional por otras biodegradables u oxodegradables.
Resulta curioso que el Ministerio se haya definido por el criticado modelo francés. En efecto, hace un par de campañas el Parlamento francés aprobó una norma promovida por el Ministerio de Agricultura a favor de las bolsas biodegradables fabricadas a partir de materias primas de índole agrícola. La entonces ministra francesa de Medio Ambiente discrepó públicamente de esta solución, pues en su opinión lo ambientalmente deseable era un tránsito hacia la bolsa reutilizable. Coincido plenamente con el criterio de esta señora, y no acabo de entender el motivo de abrazar la causa de lo biodegradable frente a la reutilización.
Es evidente que si se sintoniza con los criterios de la sociedad europea del reciclaje, expresados en la nueva Directiva marco de residuos, la opción de la bolsa reutilizable debería ser indiscutiblemente prioritaria frente a cualquiera de índole reciclable. Dicho lo cual añadiría que, en segundo término, cualquier sustitución entre reciclables debiera tener el objetivo de mejorar las condiciones para tal fin.
No me resisto a realizar un comentario desde el escepticismo. Da la impresión que algunas administraciones con una gestión “manifiestamente mejorable” piensan salvar la legislatura “haciendo sangre” con las bolsas de plástico. Líbreme el cielo de convertirme en el apóstol de las bolsas, pero me gustaría que éstas no fueran la única manera de teñir de verde las acciones de gobierno.
Muchas veces se justifica la ojeriza con las bolsas de plástico en que andan pululando por campos, montes y playas. Nada más cierto. Pero esta guarrería no se va a solucionar por cambiar unas bolsas por otras. Cierto es que se podrá minimizar el daño ambiental pero cierto es, también, que ya va siendo hora de empeñarse en una cruzada anti-littering, que tiene mucho que ver con la educación del personal. La suciedad con la que convivimos en España no es un mal necesario. Es una señal inequívoca de que, aunque ganemos en el fútbol, todavía nos falta un hervor para andar por el mundo. Todos conocemos calles, campos, montes y playas en “extranjerolandia” donde se podrían comer sopas en el suelo si tal fuera nuestro capricho.
Recuerdo una anécdota que me contó Domenech Cucurrull de la que él fue testigo. Paseaba nuestro amigo por las calles de Zurich en una fría noche de invierno cuando avista a un ciudadano suizo empeñado en traspasar los umbrales de la cogorza a base de liquidarse todas las botellas de cerveza contenidas en una caja. El fulano abría una botella y se la bebía e inmediatamente después tiraba el envase en el contenedor de vidrio, junto al que había situado el banco donde se sentaba.
Una de las circunstancias que agravan los problemas ambientales en España suscitados por las bolsas de plástico de un solo uso es su gratuidad. En efecto, hasta hace nada estas bolsas se “regalaban” gentilmente en las cajas de los supermercados “a troche y moche”. Esto hace que para el ciudadano sea algo sin valor. Sostiene la industria que es una exigencia de los consumidores. Sostengo yo, que prefiero que me regalen el jamón 5 Jotas y que me cobren la bolsa de plástico. Es un poco demagógico, pero siempre he tenido mucho éxito en mis charlas. Pero, en serio, el darle un valor a la bolsa sería el comienzo de la concienciación.
Otra cuestión que frecuentemente se confunde, incluso en otras legislaturas por parte del propio Ministerio, es la diferencia entre el “segundo uso” y la “reutilización”. La UE distingue claramente ambos conceptos por el número de rotaciones. Usar una bolsa para llevar la merienda es un segundo uso pero no es reutilización. Llenar una bolsa con la basura es un segundo uso pero tampoco es reutilización. Además, curiosamente he visto como hay municipios donde se promueve este segundo uso y a la vez se prohíbe en ordenanzas de hace 20 años, donde se obligaba la utilización de bolsas específicas.Llegados a este punto la cuestión es que sustituir la bolsa convencional por la biodegradable en términos generales no tiene efectos apreciables en relación con la prevención. Se podría argumentar que sí los tiene en cuanto a la prevención cualitativa por su reciclabilidad. Pero esto no está tan claro. Igualmente se podría argumentar de los impactos ambientales a lo largo del ciclo de vida del producto. Asimismo, tampoco está tan claro. Cuando digo que no está tan claro quiero decir exactamente eso. Digo que sería muy importante estudiar a fondo la cuestión para no caer en un eslogan-trampa que haga peor el remedio que la enfermedad.
Si se analiza la cuestión desde el punto de vista del reciclaje mecánico nos encontramos con las primeras dudas. Existen estudios empíricos, de presumible solvencia, y otros de carácter experimental, que permiten asegurar que la granza obtenida mediante reciclado mecánico con una mezcla que no supere el 8% de un solo tipo de biopolímero es posible utilizarla para la fabricación de nuevos productos (tuberías y bolsas fundamentalmente). A partir de este porcentaje no es posible asegurar, a día de hoy, que la granza se pueda utilizar, y menos aún si se trata de mezclas con más de un solo tipo de biopolímero. Lo que sí se puede afirmar, con los resultados de los citados estudios, es que a partir de un 20% de mezcla la granza queda inutilizada para la fabricación de los productos finales a los que actualmente se destina. Además no existe una certidumbre sobre el impacto que estas mezclas pudieran tener sobre el producto final que se fabrique, es decir, si la propia degradabilidad, inherente a la materia prima con la que se ha fabricado, afectaría a sus condiciones mecánicas y físicas para su uso y en qué plazos.
Desde el punto de vista del compostaje las cosas tampoco son tan inmediatas. Experiencias análogas a las precitadas parecen demostrar que las bolsas existentes biodegradables requieren una permanencia en los túneles de entre tres a cuatro veces más tiempo que la basura normal, alcanzando porcentajes que en la mitad de los casos no llegan ni al 30% de biodegradación para los tiempos de residencia habituales del material a compostar, superándose este porcentaje, muy raras veces, por encima del 60%. En el caso de las pilas, la situación mejora algo, dado que los tiempos de residencia son muy superiores, del orden de 4 veces, lo que significa que para algunos tipos de bolsas biodegradables, ni mucho menos todas, es posible alcanzar porcentajes cercanos al 90%. No obstante, el problema se agrava porque esta tecnología tiende a desaparecer y ser sustituida por la de túnel. Los estudios realizados abren la posibilidad de analizar si con las bolsas trituradas sería posible alcanzar mejores porcentajes de biodegradación, lo que está por ver y llevaría, en cualquier caso, a la práctica necesidad de generar un flujo propio de bolsas biodegradables para hacer eficiente el sistema. La pregunta entonces es donde se tiran las bolsas biodegradables ¿al cubo de los envases? ¿al cubo del resto? En su caso, ¿al de materia orgánica? El ciudadano tendrá que distinguir entre las bolsas que usa, conociendo el origen de las mismas para tirarlas en un contenedor o en otro. Me parece a mí que estamos exigiendo demasiado.
En Francia, todo este tema lo resuelven porque todas las bolsas se incineran. Pero ¿para este viaje hacían falta estas alforjas? Evidentemente el objetivo de la sustitución no puede ser éste.
Partiendo de la base de que yo soy partidario de hacer los máximos esfuerzos en la bolsa reutilizable, no me opongo a la sustitución en las de un solo uso de bolsas convencionales por biodegradables. Pero me parece que se debería tener la prudencia de analizar dentro de un concepto del ciclo de vida las auténticas mejoras que el cambio va a significar. E identificar los puntos fuertes y débiles de este proceso para abordarlo con las mayores garantías, incluidas las ambientales.
Yo creo que este no es un caso único. Es imposible avanzar seriamente en objetivos ambientales sin analizar y estudiar los casos concretos. Es muy difícil tratar de dar soluciones uniformes a una inmensidad de casos que no lo son. Esto es una mala noticia para los fanáticos del eslogan y hace que el gran trabajo no esté en legislar sino en gestionar y desarrollar lo que se legisla. Esto no es negativo, sino un reto ilusionante.
Tanto en el contenido del PNIR como en el texto del borrador de Proyecto de Ley sometido en la actualidad a información pública el Ministerio opta por la sustitución de bolsas de plástico de un solo uso de tipo convencional por otras biodegradables u oxodegradables.
Resulta curioso que el Ministerio se haya definido por el criticado modelo francés. En efecto, hace un par de campañas el Parlamento francés aprobó una norma promovida por el Ministerio de Agricultura a favor de las bolsas biodegradables fabricadas a partir de materias primas de índole agrícola. La entonces ministra francesa de Medio Ambiente discrepó públicamente de esta solución, pues en su opinión lo ambientalmente deseable era un tránsito hacia la bolsa reutilizable. Coincido plenamente con el criterio de esta señora, y no acabo de entender el motivo de abrazar la causa de lo biodegradable frente a la reutilización.
Es evidente que si se sintoniza con los criterios de la sociedad europea del reciclaje, expresados en la nueva Directiva marco de residuos, la opción de la bolsa reutilizable debería ser indiscutiblemente prioritaria frente a cualquiera de índole reciclable. Dicho lo cual añadiría que, en segundo término, cualquier sustitución entre reciclables debiera tener el objetivo de mejorar las condiciones para tal fin.
No me resisto a realizar un comentario desde el escepticismo. Da la impresión que algunas administraciones con una gestión “manifiestamente mejorable” piensan salvar la legislatura “haciendo sangre” con las bolsas de plástico. Líbreme el cielo de convertirme en el apóstol de las bolsas, pero me gustaría que éstas no fueran la única manera de teñir de verde las acciones de gobierno.
Muchas veces se justifica la ojeriza con las bolsas de plástico en que andan pululando por campos, montes y playas. Nada más cierto. Pero esta guarrería no se va a solucionar por cambiar unas bolsas por otras. Cierto es que se podrá minimizar el daño ambiental pero cierto es, también, que ya va siendo hora de empeñarse en una cruzada anti-littering, que tiene mucho que ver con la educación del personal. La suciedad con la que convivimos en España no es un mal necesario. Es una señal inequívoca de que, aunque ganemos en el fútbol, todavía nos falta un hervor para andar por el mundo. Todos conocemos calles, campos, montes y playas en “extranjerolandia” donde se podrían comer sopas en el suelo si tal fuera nuestro capricho.
Recuerdo una anécdota que me contó Domenech Cucurrull de la que él fue testigo. Paseaba nuestro amigo por las calles de Zurich en una fría noche de invierno cuando avista a un ciudadano suizo empeñado en traspasar los umbrales de la cogorza a base de liquidarse todas las botellas de cerveza contenidas en una caja. El fulano abría una botella y se la bebía e inmediatamente después tiraba el envase en el contenedor de vidrio, junto al que había situado el banco donde se sentaba.
Una de las circunstancias que agravan los problemas ambientales en España suscitados por las bolsas de plástico de un solo uso es su gratuidad. En efecto, hasta hace nada estas bolsas se “regalaban” gentilmente en las cajas de los supermercados “a troche y moche”. Esto hace que para el ciudadano sea algo sin valor. Sostiene la industria que es una exigencia de los consumidores. Sostengo yo, que prefiero que me regalen el jamón 5 Jotas y que me cobren la bolsa de plástico. Es un poco demagógico, pero siempre he tenido mucho éxito en mis charlas. Pero, en serio, el darle un valor a la bolsa sería el comienzo de la concienciación.
Otra cuestión que frecuentemente se confunde, incluso en otras legislaturas por parte del propio Ministerio, es la diferencia entre el “segundo uso” y la “reutilización”. La UE distingue claramente ambos conceptos por el número de rotaciones. Usar una bolsa para llevar la merienda es un segundo uso pero no es reutilización. Llenar una bolsa con la basura es un segundo uso pero tampoco es reutilización. Además, curiosamente he visto como hay municipios donde se promueve este segundo uso y a la vez se prohíbe en ordenanzas de hace 20 años, donde se obligaba la utilización de bolsas específicas.Llegados a este punto la cuestión es que sustituir la bolsa convencional por la biodegradable en términos generales no tiene efectos apreciables en relación con la prevención. Se podría argumentar que sí los tiene en cuanto a la prevención cualitativa por su reciclabilidad. Pero esto no está tan claro. Igualmente se podría argumentar de los impactos ambientales a lo largo del ciclo de vida del producto. Asimismo, tampoco está tan claro. Cuando digo que no está tan claro quiero decir exactamente eso. Digo que sería muy importante estudiar a fondo la cuestión para no caer en un eslogan-trampa que haga peor el remedio que la enfermedad.
Si se analiza la cuestión desde el punto de vista del reciclaje mecánico nos encontramos con las primeras dudas. Existen estudios empíricos, de presumible solvencia, y otros de carácter experimental, que permiten asegurar que la granza obtenida mediante reciclado mecánico con una mezcla que no supere el 8% de un solo tipo de biopolímero es posible utilizarla para la fabricación de nuevos productos (tuberías y bolsas fundamentalmente). A partir de este porcentaje no es posible asegurar, a día de hoy, que la granza se pueda utilizar, y menos aún si se trata de mezclas con más de un solo tipo de biopolímero. Lo que sí se puede afirmar, con los resultados de los citados estudios, es que a partir de un 20% de mezcla la granza queda inutilizada para la fabricación de los productos finales a los que actualmente se destina. Además no existe una certidumbre sobre el impacto que estas mezclas pudieran tener sobre el producto final que se fabrique, es decir, si la propia degradabilidad, inherente a la materia prima con la que se ha fabricado, afectaría a sus condiciones mecánicas y físicas para su uso y en qué plazos.
Desde el punto de vista del compostaje las cosas tampoco son tan inmediatas. Experiencias análogas a las precitadas parecen demostrar que las bolsas existentes biodegradables requieren una permanencia en los túneles de entre tres a cuatro veces más tiempo que la basura normal, alcanzando porcentajes que en la mitad de los casos no llegan ni al 30% de biodegradación para los tiempos de residencia habituales del material a compostar, superándose este porcentaje, muy raras veces, por encima del 60%. En el caso de las pilas, la situación mejora algo, dado que los tiempos de residencia son muy superiores, del orden de 4 veces, lo que significa que para algunos tipos de bolsas biodegradables, ni mucho menos todas, es posible alcanzar porcentajes cercanos al 90%. No obstante, el problema se agrava porque esta tecnología tiende a desaparecer y ser sustituida por la de túnel. Los estudios realizados abren la posibilidad de analizar si con las bolsas trituradas sería posible alcanzar mejores porcentajes de biodegradación, lo que está por ver y llevaría, en cualquier caso, a la práctica necesidad de generar un flujo propio de bolsas biodegradables para hacer eficiente el sistema. La pregunta entonces es donde se tiran las bolsas biodegradables ¿al cubo de los envases? ¿al cubo del resto? En su caso, ¿al de materia orgánica? El ciudadano tendrá que distinguir entre las bolsas que usa, conociendo el origen de las mismas para tirarlas en un contenedor o en otro. Me parece a mí que estamos exigiendo demasiado.
En Francia, todo este tema lo resuelven porque todas las bolsas se incineran. Pero ¿para este viaje hacían falta estas alforjas? Evidentemente el objetivo de la sustitución no puede ser éste.
Partiendo de la base de que yo soy partidario de hacer los máximos esfuerzos en la bolsa reutilizable, no me opongo a la sustitución en las de un solo uso de bolsas convencionales por biodegradables. Pero me parece que se debería tener la prudencia de analizar dentro de un concepto del ciclo de vida las auténticas mejoras que el cambio va a significar. E identificar los puntos fuertes y débiles de este proceso para abordarlo con las mayores garantías, incluidas las ambientales.
Yo creo que este no es un caso único. Es imposible avanzar seriamente en objetivos ambientales sin analizar y estudiar los casos concretos. Es muy difícil tratar de dar soluciones uniformes a una inmensidad de casos que no lo son. Esto es una mala noticia para los fanáticos del eslogan y hace que el gran trabajo no esté en legislar sino en gestionar y desarrollar lo que se legisla. Esto no es negativo, sino un reto ilusionante.
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