Los científicos saben desde hace mucho que la hormona oxitocina desempeña un papel psicológico esencial durante el nacimiento y la lactancia. Pero, según parece, también ayuda a lubricar todos nuestros intercambios sociales, los miles de actos de amabilidad que hacen posible la existencia de la sociedad humana.
Una serie de nuevas investigaciones sugiere que la oxitocina se encuentra en la base de dos pilares emocionales de la vida civilizada: la capacidad de sentir empatía y la posibilidad de tener confianza.
En un estudio publicado en The Proceedings of the National Academy of Sciences se informa que los investigadores encontraron que las diferencias genéticas en la respuesta de la gente a los efectos de la oxitocina estaban ligadas a su habilidad para leer los rostros, para inferir las emociones de los otros y para sentir aflicción por infortunios ajenos.
La oxitocina puede también ser una herramienta de la economía. En una serie de trabajos que aparecieron en Nature , Neuron y otras revistas, Ernst Fehr, director del Instituto de Investigación Empírica en Economía de la Universidad de Zurich, demostró que la hormona tenía efectos notables sobre la buena voluntad de la gente para confiar dinero a extraños.
Los investigadores encontraron que los individuos estimulados con oxitocina confiaban en sus socios financieros más que los que recibieron un placebo: mientras el 45% del grupo que recibió oxitocina acordó invertir la mayor cantidad de dinero posible, sólo el 21% del grupo de control demostró ser tan desprendido.
Diferentes receptores
La oxitocina actúa como una hormona que se desplaza por la corriente sanguínea y llega a afectar órganos lejanos a su origen, en el cerebro, y también actúa como neurotransmisor, lo que permite la comunicación entre las células cerebrales.
Contrariamente a la mayoría de los neurotransmisores, la oxitocina parece enviar su señal a través de un solo receptor. Sin embargo, los contornos del receptor de la oxitocina difieren según los individuos.
Investigadores de la Universidad de California en Berkeley observaron cómo dos variaciones en el código genético del receptor podrían influir en la capacidad de empatía de una persona, como se midió en un cuestionario estándar sobre el tema y en una tarea llamada "leer la mente en los ojos".
En ella, los participantes miraron 36 fotografías blanco y negro de ojos humanos y se les pidió que eligieran la palabra que describía mejor el ánimo de cada sujeto. ¿Intranquilo, desafiante, contemplativo, juguetón? En otra medición sobre los supuestos efectos calmantes de la oxitocina, los sujetos fueron estudiados para saber cómo reaccionaban ante el estrés producido al oír una serie de sonidos fuertes.
En la muestra de 192 estudiantes universitarios, varones y mujeres, los investigadores encontraron que los que tenían la versión A del receptor de oxitocina, que unos estudios previos habían relacionado con el autismo y pobres habilidades paternales, dieron marcas significativamente más bajas en la tarea de leer los ojos y más alto en el test del estrés que las que obtuvieron los sujetos con la variante G del receptor.
"Somos todos diferentes, y eso es algo bueno -dijo la doctora Sarina M. Rodrigues, una de las autoras del estudio-. Si todos fuéramos muy dulces y sentimentales, éste sería un mundo terrible."
Una serie de nuevas investigaciones sugiere que la oxitocina se encuentra en la base de dos pilares emocionales de la vida civilizada: la capacidad de sentir empatía y la posibilidad de tener confianza.
En un estudio publicado en The Proceedings of the National Academy of Sciences se informa que los investigadores encontraron que las diferencias genéticas en la respuesta de la gente a los efectos de la oxitocina estaban ligadas a su habilidad para leer los rostros, para inferir las emociones de los otros y para sentir aflicción por infortunios ajenos.
La oxitocina puede también ser una herramienta de la economía. En una serie de trabajos que aparecieron en Nature , Neuron y otras revistas, Ernst Fehr, director del Instituto de Investigación Empírica en Economía de la Universidad de Zurich, demostró que la hormona tenía efectos notables sobre la buena voluntad de la gente para confiar dinero a extraños.
Los investigadores encontraron que los individuos estimulados con oxitocina confiaban en sus socios financieros más que los que recibieron un placebo: mientras el 45% del grupo que recibió oxitocina acordó invertir la mayor cantidad de dinero posible, sólo el 21% del grupo de control demostró ser tan desprendido.
Diferentes receptores
La oxitocina actúa como una hormona que se desplaza por la corriente sanguínea y llega a afectar órganos lejanos a su origen, en el cerebro, y también actúa como neurotransmisor, lo que permite la comunicación entre las células cerebrales.
Contrariamente a la mayoría de los neurotransmisores, la oxitocina parece enviar su señal a través de un solo receptor. Sin embargo, los contornos del receptor de la oxitocina difieren según los individuos.
Investigadores de la Universidad de California en Berkeley observaron cómo dos variaciones en el código genético del receptor podrían influir en la capacidad de empatía de una persona, como se midió en un cuestionario estándar sobre el tema y en una tarea llamada "leer la mente en los ojos".
En ella, los participantes miraron 36 fotografías blanco y negro de ojos humanos y se les pidió que eligieran la palabra que describía mejor el ánimo de cada sujeto. ¿Intranquilo, desafiante, contemplativo, juguetón? En otra medición sobre los supuestos efectos calmantes de la oxitocina, los sujetos fueron estudiados para saber cómo reaccionaban ante el estrés producido al oír una serie de sonidos fuertes.
En la muestra de 192 estudiantes universitarios, varones y mujeres, los investigadores encontraron que los que tenían la versión A del receptor de oxitocina, que unos estudios previos habían relacionado con el autismo y pobres habilidades paternales, dieron marcas significativamente más bajas en la tarea de leer los ojos y más alto en el test del estrés que las que obtuvieron los sujetos con la variante G del receptor.
"Somos todos diferentes, y eso es algo bueno -dijo la doctora Sarina M. Rodrigues, una de las autoras del estudio-. Si todos fuéramos muy dulces y sentimentales, éste sería un mundo terrible."
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