La mentira y la verdad, más allá de referencias morales o éticas, lo cierto es que representan arquetipos conductuales del ser humano. La permanente “necesidad” de ir tomando decisiones, miles de ellas, a lo largo del camino, se manifiesta también en la disyuntiva entre decir o no la “verdad”. Estudios dedicados a analizar la actividad en el cerebro, han detectado que cuando una persona miente diversas regiones se activan. Sin embargo, aún no conocen con precisión los puntos directamente vinculados con el acto de mentir.
Tomando en cuenta lo anterior, los investigadores Inga Karton y Talis Bachmann se propusieron estimular todas las regiones que se activan cuando una persona miente: “Si manipulas el estado o actividad de una cierta área a través de estimulación transcraneal, podrías estar influyendo en su propensión a mentir, y ello nos acercaría a develar los mecanismos que involucra el acto de mentir”.
Una vez acuñada la hipótesis, los investigadores procedieron a realizar un extravagante experimento. Los voluntarios fueron sometidos a un proceso de estimulación transcraneal magnética (TMS), durante el cual se utiliza inducción electromagnética para generar un campo magnético capaz de polarizar neuronas específicas y así incrementar o disminuir la actividad de ciertas regiones del cerebro.
Posteriormente le mostraron a los sujetos de estudio un disco coloreado en la pantalla de una computadora. Y cada voluntario tenía la posibilidad de mentir o responder con la verdad. Y los resultados fueron sorprendentes: “Confirmamos que cuando los sujetos de estudio podían podían responder o no, a voluntad, sobre el color de las figuras, la tendencia a mantenerse en respuestas verdaderas puede ser manipulada por una estimulación dirigida a la corteza dorsolateral prefrontal. La estimulación del hemisferio derecho desalienta la mentira, mientras que la estimulación del izquierdo aumenta la propensión a mentir. La elección espontánea de mentir o decir la verdad puede influenciarse a través de estimulación cerebral”.
Sin duda este exitoso experimento enriquecerá el análisis neurocognitivo de esta disyuntiva actividad que todas las personas ejercemos a diario. Lo único que no queda claro es si la CIA financió parcialmente la investigación y en unas pocas semanas estrenarán el nuevo gadget en sus lúgubres salas de interrogación. Pero eso es ya otra historia.
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