martes, 31 de marzo de 2009

Lovelock ¿traidor o profeta?

A punto de cumplir 90 años, James Lovelock (26 julio 1919), científico, inventor, ecologista y futurista británico, conserva la costumbre de desconcertar a la gente.

Y este jueves salió a la venta su nuevo libro: The Vanishing Face of Gaia (El rostro evanescente de Gaia), muy elogiado por algunos comentaristas que han recibido copias por anticipado.

El futuro que describe no es un lecho de rosas: de acertar, es probable que nuestros nietos, en vez de veranear en Cancún o Marbella, deban ajustarse el cinturón en un campo de refugiados cerca de Punta Arenas o Helsinki.

Sus predicciones (apocalípticas para algunos), y su apología de la energía nuclear, rechazada hasta hace poco, están encontrando favor en la opinión pública.

Las encuestas de la Comisión Europea, que solían reflejar una fuerte hostilidad popular contra la energía nuclear, muestran ahora un equilibrio: 44_ a favor, 45_ en contra, o sea un empate en términos estadísticos.

Incluso en países donde la resistencia sigue siendo muy fuerte, como en España, donde sólo 24_ de los encuestados son partidarios de la energía nuclear, la opinión está en aumento, en ese caso, hace tres años el porcentaje era de 16_.

Indulgencias modernas

Lovelock asegura que casi todas las propuestas actuales para contener o revertir el calentamiento global, como reducir la "huella de carbón", plantar árboles o multiplicar las granjas eólicas, son los equivalentes modernos de las indulgencias que la Iglesia solía vender a los ricos para salvar sus almas.

Sólo la energía nuclear, dice, puede satisfacer las necesidades de la humanidad, ya que otros combustibles fósiles y renovables no tendrán cabida en las condiciones ecológicas que prevalecerán en el futuro.

Demás está decir que Lovelock abomina de Greenpeace y la organización ecologista le devuelve el sentimiento. La trayectoria de Lovelock es impresionante. De origen muy humilde, estudió química, para la cual tenía tanta facilidad que algunos profesores lo acusaron de trampear en sus ejercicios prácticos... tan perfectos eran.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial se destacó como inventor, ideando entre otras cosas aparatos "secretos" para los servicios británicos de inteligencia.

Hipótesis Gaia

En la década de los '60, trabajando para la NASA en la detección de vida en el Universo, concibió la metáfora de nuestro planeta como un organismo y lo bautizó Gaia, por la diosa griega de la Tierra, con lo que se convirtió en un héroe para los ecologistas y un renegado para los científicos.

Lovelock dice que el nombre de Gaia indujo a error a sus admiradores y también críticos, ya que para él era una metáfora, mientras que ellos lo interpretaron queriendo decir que la Tierra vivía como un ser humano.

La Hipótesis de Gaia ha ganado gradualmente el apoyo de la comunidad científica y también de otros intelectuales: el filósofo John Gray ha dicho que Lovelock es "el pensador científico más importante y original de nuestro tiempo".

Otros disienten. El detractor más conocido es el biólogo Richard Dawkins, llamado el "profeta de los ateos", por su libro La Ilusión de Dios.

A grandes rasgos, la Hipótesis Gaia sugiere que la Tierra es una vasta unidad cuyos componentes (atmósfera, mares, seres vivos, volcanes, etc.) interactúan, manteniendo un equilibrio que durante miles de años (apenas un instante en la evolución del planeta) ha favorecido a la especie humana.

Cuando se habla de "salvar" a la Tierra, dice Lovelock, se está hablando en realidad de mantener ese equilibrio, ya que Gaia no necesita ser "salvada": simplemente alcanzará otro equilibrio, menos favorable para nosotros.

Ese nuevo equilibrio ya llama a las puertas y no se le puede negar la entrada, dice ahora el científico.

Argumentos científicos

Entre los numerosos argumentos para justificar su pronóstico, Lovelock dice que hasta ahora el calentamiento global ha sido apenas perceptible porque los océanos han estado absorbiendo gran parte del calor y del anhídrido carbónico, el principal de los gases de efecto invernadero.

Esa capacidad de absorción está a punto de agotarse, debido al derretimiento de los hielos en los polos y la creciente acidificación del mar.

En el futuro cercano, sin los hielos que reflejan la luz solar y la pérdida de la capacidad del mar para absorber calor y anhídrido carbónico, el calentamiento se acelerará.

Ahora, ya convertido en el gran apologista de la energía nuclear, muchos ecologistas tildan a Lovelock de traidor a la causa, mientras que otros tantos científicos lo ven como un profeta, con el mensaje de que el futuro de la Tierra no nos pertenece, que deberemos renunciar a la vida tal como la concebimos ahora.

Lovelock no dice que Gaia agonice, sino que está alcanzando un nuevo equilibrio en su desarrollo.

Respiración, flatulencia y nivel del mar

Esto es inevitable, entre otras cosas, porque ya somos demasiados, todos nosotros, seres humanos y animales; estamos generando demasiado anhídrido carbónico no sólo con nuestra respiración y nuestra digestión, sino con el procesamiento de nuestros alimentos, esparcimientos y viajes.

Muchos rieron cuando Lovelock y otros científicos atribuyeron importancia a la flatulencia del ganado en el calentamiento global: ya lo toman en serio.

El nivel del mar subirá varios metros, debido al agua adicional de los hielos derretidos y su expansión por la mayor temperatura, acentuada por la absorción de los rayos solares, antes reflejados por la nieve y los hielos.

No queremos ser alarmistas, pero pensemos en ciudades como Nueva York.

Los trópicos serán inhabitables. Casi toda la población de esas regiones y de muchas zonas actualmente templadas perecerá o deberá emigrar hacia los polos.

Hábitat y orden social

Uno de los dos grandes desafíos de los gobiernos, dice Lovelock, no consiste en revertir el calentamiento global (algo imposible), sino en preservar dentro de lo posible un hábitat viable en sus propios países.

Para el científico, esta prioridad está indefectiblemente ligada al desarrollo de la energía nuclear.

El futuro de la humanidad, según esta hipótesis científica, estará en oasis habitables, en particular en zonas montañosas y cerca de los polos, como Canadá, Escandinavia y Alaska en el norte; Chile y Argentina en el sur.

Muchas islas en otras latitudes menos extremas, como Gran Bretaña, Japón, Nueva Zelanda, Tasmania, serán oasis gracias a los efectos moderadores del mar.

El otro gran desafío de los gobiernos, claro está, consistirá en tratar de resolver o contener los graves desórdenes sociales y políticos provocados por el ingreso de millones de refugiados provenientes de países menos afortunados.

¿Traidor o profeta?

Durante algún tiempo, las ideas de James Lovelock fueron descartadas por muchos ecologistas y científicos: lo consideraban un "excéntrico".

Poco a poco, sin embargo, casi todas sus "excentricidades" han sido aceptadas como hipótesis válidas y ya forman parte del consenso general.

La prestigiosa Sociedad Geológica de Londres le otorgó hace poco su medalla Wollaston, y la Sociedad Ecológica Británica lo hizo miembro honorario, diciendo que sus estudios "unifican las ciencias de la Tierra y de la Vida".

El consenso de los especialistas se está inclinando por el "profeta", olvidando al "traidor". El de la opinión pública todavía está por verse.

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