Un equipo de investigadores del Colegio Médico de Georgia (EE.UU.) ha conseguido borrar selectivamente y bajo control una serie de recuerdos del cerebro de los ratones.
Saber cómo aprendemos cosas, consolidamos y almacenamos esa información y, finalmente, podemos recordarla, son las cuatro cuestiones que los neurobiólogos persiguen desde hace décadas. Son nada más y nada menos que los cuatro pilares de la memoria.
La revista "Neuron", del grupo "Cell Press", publica hoy la descripción del método que el equipo del doctor Joe Z. Tsien ha desarrollado.
Este neurobiólogo saltó a la palestra en 1999, cuando consiguió unos ratones transgénicos -los Doodies- que aprendían y recordaban más que sus congéneres normales. Esos ratones producían más receptores NMDA, unos complejos situados en la membrana de las neuronas cuya activación desencadena el impulso nervioso.
En esta ocasión, el equipo de Tsien ha manipulado genéticamente a los ratones para que produzcan, en la parte anterior del cerebro, más cantidad de enzima CaMKII, a la que denominan la "molécula de la memoria", y además lo hagan en el momento deseado.
"Usamos un compuesto para 'encender' y 'apagar' específicamente esta enzima (la CaMKII) en el momento que se recupera el recuerdo. Este compuesto puede atravesar la barrera hematoencefálica, pero sólo funciona sobre el transgén que hemos introducido en el ratón. Se conoce como un inhibidor sensibilizado genéticamente, que no tiene efecto alguno sobre ninguna proteína natural del cuerpo", explica Tsien a Efe.
Sorprendentemente, dice el investigador, lo que descubrieron es que activar la producción de la CaMKII en el momento de evocar conduce al "borrado inmediato del recuerdo en particular que se esté recuperando, mientras que el resto de recuerdos que no se traen a la memoria quedan intactos".
En el estudio, los investigadores han puesto a prueba la memoria de los roedores para recordar objetos nuevos y algunas experiencias que les dan miedo, a corto y largo plazo.
Se sabe que con estas tres pruebas se ponen en marcha tres partes distintas del cerebro, por lo que, según Tsien, el hecho de que puedan eliminar cualquiera de esos recuerdos sugiere que el mecanismo molecular es común y las aplicaciones podrían ser generales.
Con el apoyo de los análisis fisiológicos que han realizado, Tsien cree que la producción de la CaMKII en el preciso instante en que los ratones recuerdan algo debilita rápidamente las conexiones sinápticas -entre las neuronas- que en un primer se encargaron de formar el recuerdo, lo que explicaría ese "formateado" selectivo.
Este método, sin embargo, está lejos de poder aplicarse en humanos, al menos tal como lo han hecho en los animales. Tendrían que buscar otras moléculas que pudieran servir de diana para un posible fármaco, y Tsien opina que, "dada la complejidad de nuestros cerebros", no es posible.
Al menos de momento, porque añade que si en el transcurso de su vida eso ocurriera "tampoco se sorprendería".
Además, todos los recuerdos, incluidos los dolorosos, subraya el neurobiólogo, tienen una función. "De esos recuerdos aprendemos lecciones para evitar que repitamos los mismos errores y ayudarnos a adaptarnos al entorno y las situaciones. La naturaleza se asegura así que el cerebro no olvide fácilmente esos recuerdos".
Y opina que "si uno tiene una mala relación con otra persona, desear tener una 'píldora' para eliminar el recuerdo de esa persona o esa relación no es la solución". Además, les podría pasar como a los protagonistas de la película "Eternal Sunshine of the Spotless Mind" ("¡Olvídate de mí!") y arrepentirse de haberlo hecho.
Saber cómo aprendemos cosas, consolidamos y almacenamos esa información y, finalmente, podemos recordarla, son las cuatro cuestiones que los neurobiólogos persiguen desde hace décadas. Son nada más y nada menos que los cuatro pilares de la memoria.
La revista "Neuron", del grupo "Cell Press", publica hoy la descripción del método que el equipo del doctor Joe Z. Tsien ha desarrollado.
Este neurobiólogo saltó a la palestra en 1999, cuando consiguió unos ratones transgénicos -los Doodies- que aprendían y recordaban más que sus congéneres normales. Esos ratones producían más receptores NMDA, unos complejos situados en la membrana de las neuronas cuya activación desencadena el impulso nervioso.
En esta ocasión, el equipo de Tsien ha manipulado genéticamente a los ratones para que produzcan, en la parte anterior del cerebro, más cantidad de enzima CaMKII, a la que denominan la "molécula de la memoria", y además lo hagan en el momento deseado.
"Usamos un compuesto para 'encender' y 'apagar' específicamente esta enzima (la CaMKII) en el momento que se recupera el recuerdo. Este compuesto puede atravesar la barrera hematoencefálica, pero sólo funciona sobre el transgén que hemos introducido en el ratón. Se conoce como un inhibidor sensibilizado genéticamente, que no tiene efecto alguno sobre ninguna proteína natural del cuerpo", explica Tsien a Efe.
Sorprendentemente, dice el investigador, lo que descubrieron es que activar la producción de la CaMKII en el momento de evocar conduce al "borrado inmediato del recuerdo en particular que se esté recuperando, mientras que el resto de recuerdos que no se traen a la memoria quedan intactos".
En el estudio, los investigadores han puesto a prueba la memoria de los roedores para recordar objetos nuevos y algunas experiencias que les dan miedo, a corto y largo plazo.
Se sabe que con estas tres pruebas se ponen en marcha tres partes distintas del cerebro, por lo que, según Tsien, el hecho de que puedan eliminar cualquiera de esos recuerdos sugiere que el mecanismo molecular es común y las aplicaciones podrían ser generales.
Con el apoyo de los análisis fisiológicos que han realizado, Tsien cree que la producción de la CaMKII en el preciso instante en que los ratones recuerdan algo debilita rápidamente las conexiones sinápticas -entre las neuronas- que en un primer se encargaron de formar el recuerdo, lo que explicaría ese "formateado" selectivo.
Este método, sin embargo, está lejos de poder aplicarse en humanos, al menos tal como lo han hecho en los animales. Tendrían que buscar otras moléculas que pudieran servir de diana para un posible fármaco, y Tsien opina que, "dada la complejidad de nuestros cerebros", no es posible.
Al menos de momento, porque añade que si en el transcurso de su vida eso ocurriera "tampoco se sorprendería".
Además, todos los recuerdos, incluidos los dolorosos, subraya el neurobiólogo, tienen una función. "De esos recuerdos aprendemos lecciones para evitar que repitamos los mismos errores y ayudarnos a adaptarnos al entorno y las situaciones. La naturaleza se asegura así que el cerebro no olvide fácilmente esos recuerdos".
Y opina que "si uno tiene una mala relación con otra persona, desear tener una 'píldora' para eliminar el recuerdo de esa persona o esa relación no es la solución". Además, les podría pasar como a los protagonistas de la película "Eternal Sunshine of the Spotless Mind" ("¡Olvídate de mí!") y arrepentirse de haberlo hecho.
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