Hasta un lugar remoto en la zona más septentrional del planeta, la isla de Baffin, al oeste de Groenlandia, ha llegado la huella del hombre. El análisis de núcleos de sedimentos en un lago de esta isla revela cambios biológicos y químicos sin precedentes en los últimos 200.000 años, con toda probabilidad achacables a las emisiones antropogénicas de dióxido de carbono, según un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder y publicado en «Proceedings», de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Si bien los cambios medioambientales en el lago durante los últimos milenios han demostrado estar estrechamente relacionados con causas naturales de cambio climático —como las periódicas y bien estudiadas oscilaciones en la órbita de la Tierra— las variaciones halladas en el núcleo de los sedimentos desde 1950 indican que el enfriamiento que hubiera sido natural está siendo reemplazado por culpa de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la actividad humana.
El equipo de investigación reconstruye el clima del pasado y los cambios ambientales en el lago de la isla de Baffin a través de indicadores que incluyen algas, fósiles de insectos y geoquímica conservados en los sedimentos que se remontan a 200.000 años.
Estos sedimentos se adelantan al menos 80.000 años a los núcleos más antiguos de la capa de hielo de Groenlandia y contienen información de dos edades de hielo y tres periodos interglaciares.
«Las últimas décadas en los últimos 200.000 años han sido únicas en términos de los cambios que vemos en la biología y la química», afirma el autor principal del estudio, Yarrow Axford, del Instituto de Investigación Ártica y Alpina de la Universidad de Colorado. «Vemos una clara evidencia del calentamiento en uno de los lugares más remotos de la Tierra en un momento en el que el Ártico debería estar enfriándose por procesos naturales», asegura el investigador.
Unos cambios térmicos que han tenido consecuencias. Así, estos sedimentos revelan que algunas especies de mosquitos que prosperan en climas muy fríos, y que fueron muy abundantes en milenios anteriores, han desaparecido por completo del lago y precisamente su declive comenzó a partir de 1950. Por su parte, una especie de diatomea, una clase de algas microscópicas rara de ver en ese lugar antes del siglo XX, ha experimentado un crecimiento en su población sin precedentes. Por tanto, según John Smol, de la Universidad de Queen's y coautor del estudio, «estamos afectando de forma dramática el ecosistema del que dependemos».
Si bien los cambios medioambientales en el lago durante los últimos milenios han demostrado estar estrechamente relacionados con causas naturales de cambio climático —como las periódicas y bien estudiadas oscilaciones en la órbita de la Tierra— las variaciones halladas en el núcleo de los sedimentos desde 1950 indican que el enfriamiento que hubiera sido natural está siendo reemplazado por culpa de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la actividad humana.
El equipo de investigación reconstruye el clima del pasado y los cambios ambientales en el lago de la isla de Baffin a través de indicadores que incluyen algas, fósiles de insectos y geoquímica conservados en los sedimentos que se remontan a 200.000 años.
Estos sedimentos se adelantan al menos 80.000 años a los núcleos más antiguos de la capa de hielo de Groenlandia y contienen información de dos edades de hielo y tres periodos interglaciares.
«Las últimas décadas en los últimos 200.000 años han sido únicas en términos de los cambios que vemos en la biología y la química», afirma el autor principal del estudio, Yarrow Axford, del Instituto de Investigación Ártica y Alpina de la Universidad de Colorado. «Vemos una clara evidencia del calentamiento en uno de los lugares más remotos de la Tierra en un momento en el que el Ártico debería estar enfriándose por procesos naturales», asegura el investigador.
Unos cambios térmicos que han tenido consecuencias. Así, estos sedimentos revelan que algunas especies de mosquitos que prosperan en climas muy fríos, y que fueron muy abundantes en milenios anteriores, han desaparecido por completo del lago y precisamente su declive comenzó a partir de 1950. Por su parte, una especie de diatomea, una clase de algas microscópicas rara de ver en ese lugar antes del siglo XX, ha experimentado un crecimiento en su población sin precedentes. Por tanto, según John Smol, de la Universidad de Queen's y coautor del estudio, «estamos afectando de forma dramática el ecosistema del que dependemos».
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