Quizás sea la energía renovable más accesible, dada la facilidad de su obtención. La India y el Brasil son pioneros en la materia.
Ya en 1776 Alessandro Volta -quien desarrollara la pila eléctrica y en homenaje a quien se denomina voltio a la unidad eléctrica- había reconocido la relación del gas de los pantanos con la vegetación en descomposición en el fondo de éstos.
En 1896 el biogás fue utilizado para el alumbrado de una calle de Exeter, Inglaterra, y en 1900 se probó por primera vez un digestor en Bombay, la India, hasta ahora una de las naciones pioneras, junto con el Brasil, en la utilización de esta energía. ¿Qué es el biogás?
Este gas es producido por bacterias en el proceso de biodegradación de material orgánico en condiciones anaeróbicas, es decir, sin oxígeno. El último eslabón de este proceso es el metano, un gas inflamable, que es el producto útil de este proceso y que mediante una sencilla adaptación puede ser utilizado en cualquier cocina o calefactor. Es importante recordar que como subproducto está el barro que, cumplido su ciclo en el digestor, es un excelente fertilizante natural.
El digestor es el aparato que permite generar el biogás y del que hay diferentes modelos. En general, todas las variantes funcionan con un 18% de residuos sólidos y el resto de agua. El componente fundamental es el sustrato de bacterias aclimatadas a comida constante, como las que hay en un criadero de cerdos o en un pozo ciego.
En nuestro país (España) se generan al año 15 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, lo que significa que cada ciudadano produce 400 kilos de basura al año, más de un kilo al día
Convertir esos desechos urbanos en energía es factible. Sin embargo, constituye una de las opciones más complejas de energía renovable, debido a la variedad de materiales orgánicos y a la multitud de procesos de conversión que existen. El proceso consiste en transformar materia orgánica como residuos agrícolas e industriales, desperdicios varios, aguas negras, residuos municipales, residuos ganaderos, troncos de árbol o restos de cosechas en energía calórica o eléctrica. No obstante, aunque se trate de una energía renovable, no es exactamente una energía limpia, ya que la combustión de esta biomasa emite componentes químicos que perjudican las condiciones naturales de la atmósfera.
Detractores y defensores de su potenciación coinciden en que al menos supone un puente intermedio para alcanzar una producción energética basada en métodos limpios y renovables al cien por cien. También afirman que es quizá la opción en la que más pueden intervenir los ciudadanos de a pie, ya que en muchos casos depende de ellos el que los desechos puedan ser aprovechados en la combustión. Por ello, se insiste en la necesidad de popularizar el hábito de distinguir en tres grupos la basura: la orgánica, el vidrio y el cartón. Minimizar el consumo de materias primas como envases o separar de manera selectiva los materiales son acciones que cualquiera puede aportar a la gestión de desperdicios urbanos, para así aprovecharlos en la obtención de energía.
Ya en 1776 Alessandro Volta -quien desarrollara la pila eléctrica y en homenaje a quien se denomina voltio a la unidad eléctrica- había reconocido la relación del gas de los pantanos con la vegetación en descomposición en el fondo de éstos.
En 1896 el biogás fue utilizado para el alumbrado de una calle de Exeter, Inglaterra, y en 1900 se probó por primera vez un digestor en Bombay, la India, hasta ahora una de las naciones pioneras, junto con el Brasil, en la utilización de esta energía. ¿Qué es el biogás?
Este gas es producido por bacterias en el proceso de biodegradación de material orgánico en condiciones anaeróbicas, es decir, sin oxígeno. El último eslabón de este proceso es el metano, un gas inflamable, que es el producto útil de este proceso y que mediante una sencilla adaptación puede ser utilizado en cualquier cocina o calefactor. Es importante recordar que como subproducto está el barro que, cumplido su ciclo en el digestor, es un excelente fertilizante natural.
El digestor es el aparato que permite generar el biogás y del que hay diferentes modelos. En general, todas las variantes funcionan con un 18% de residuos sólidos y el resto de agua. El componente fundamental es el sustrato de bacterias aclimatadas a comida constante, como las que hay en un criadero de cerdos o en un pozo ciego.
En nuestro país (España) se generan al año 15 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, lo que significa que cada ciudadano produce 400 kilos de basura al año, más de un kilo al día
Convertir esos desechos urbanos en energía es factible. Sin embargo, constituye una de las opciones más complejas de energía renovable, debido a la variedad de materiales orgánicos y a la multitud de procesos de conversión que existen. El proceso consiste en transformar materia orgánica como residuos agrícolas e industriales, desperdicios varios, aguas negras, residuos municipales, residuos ganaderos, troncos de árbol o restos de cosechas en energía calórica o eléctrica. No obstante, aunque se trate de una energía renovable, no es exactamente una energía limpia, ya que la combustión de esta biomasa emite componentes químicos que perjudican las condiciones naturales de la atmósfera.
Detractores y defensores de su potenciación coinciden en que al menos supone un puente intermedio para alcanzar una producción energética basada en métodos limpios y renovables al cien por cien. También afirman que es quizá la opción en la que más pueden intervenir los ciudadanos de a pie, ya que en muchos casos depende de ellos el que los desechos puedan ser aprovechados en la combustión. Por ello, se insiste en la necesidad de popularizar el hábito de distinguir en tres grupos la basura: la orgánica, el vidrio y el cartón. Minimizar el consumo de materias primas como envases o separar de manera selectiva los materiales son acciones que cualquiera puede aportar a la gestión de desperdicios urbanos, para así aprovecharlos en la obtención de energía.
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