martes, 9 de abril de 2013

El beso eléctrico

Chica besa a chico, pero antes de que sus labios se unan, una brillante chispa de amor salta en el aire entre ellos. Vale, la frase es muy ñoña, pero la chispa es absolutamente real. 



La Electricidad estática es conocida por todos, es más, ha sido la forma de electricidad que más tiempo nos ha acompañado en la historia pues antes de que se comprendiera que los fenómenos eléctricos nos rodean por doquier, fue el conocimiento intuitivo de la electricidad estática la que abrió las puertas del saber acerca ‘fluido mágico’ que nos ilumina y mueve nuestras máquinas.

¿Quién no ha sentido una descarga de vez en cuando al tocar ciertos materiales? A veces, se erizan los cabellos al utilizar un peine de plástico que se ha cargado eléctricamente al utilizarlo, o bien acercamos ese peine a un hilillo de agua que cae del grifo y vemos cómo su trayectoria cambia, como si el agua y el peine actuaran a modo de ‘imanes’. La electricidad salta desde un material aislante en el que se ha acumulado la carga estática hacia un material conductor.

Fue, precisamente, la electricidad estática, la primera en ser generada de forma voluntaria allá en el siglo XVII a través de generadores electrostáticos de fricción como el de Otto von Guericke, inventor del primer generador de ese tipo. En el siglo XVIII aparecieron multitud de generadores electrostáticos y la electricidad comenzó a verse como algo que iba más allá de lo mágico. Allí había algo que se podía crear, transmitir, medir y utilizar. Pero, además, en las típicas demostraciones ‘de salón’ de la época, también era utilizado como algo lúdico. Fue el alemán Georg Matthias Bose quien introdujo un experimento que se extendió por todo el continente, y también por América, como algo muy popular. Se trataba del ‘beso eléctrico’, un experimento en el que, como se ve en el vídeo que abre este post, una chica, que sería como el peine de plástico aislante que mencioné antes, entra en contacto con un generador electrostático. Cuando se acerca alguien a besarla, ¡salta la chispa! El público se asombraba con la experiencia, se comentaba e incluso servía de inspiración para poemas. Aquella inocente chispa surgida de las máquinas electrostáticas dio paso muy pronto a experimentos mucho más serios, que serían la semilla que en apenas dos siglos ha convertido a nuestro planeta en un mundo recorrido por una intrincada maraña eléctrica.

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